En el espejo yo no era Beatriz
Era justo antes de que llegase el alba. El índigo teñía las paredes de la casa. Azul índigo que se vuelve plata fría a medida que la luz avanza para luego encenderse como el fondo de una caldera. Cándida, sentada, observaba como, a medida que llegaba la luz, las paredes de los cuartos de su Villa Larios se desvanecían. Parecía que la luz era el tornado que se llevó la casa de Dorothy al país de Oz. Cuando por fin llegó la claridad llegó la calma. Pálida y cálida, sonrosada. La luz había borrado las paredes, ahora dentro y fuera era lo mismo. Al final sólo era Cándida.
El espacio de la escalera, un espacio de tránsito en forma ascendente, encajaba perfectamente con el discurso de mi obra: el movimiento, la novela de formación, el discurrir de la vida, la transformación.La variación de luz en la escalera me recordaba un amanecer, y los giros que daba me recordó al dibujo de Botticcelli que representa los nueve niveles del infierno.Esta pieza reflexiona sobre la identidad a través del personaje de Cándida. Lo que permanece oculto y lo que se muestra.Aquí son la arquitectura, el espacio y cómo interactúa con la luz, los elementos con los que planteo la fluctuación de lo que es dentro y fuera y cómo a veces los límites se desdibujan.Los estampados del interior de la casa de Cándida, metáfora del interior del personaje, giran como un torbellino , mientras se hacen girones, a medida que “amanece” y Cándida se muestra en el exterior, a la luz. El papel hace la función de ese disfraz del que se deshace Cándida. Como en la Divina Comedia de Dante, hay un camino desde lo más profundo, lo más oscuro, hacia la luz, un camino de vida como en las novelas de formación. Cándida llega sola al final de este camino, no hay Beatrices que te guíen ni que esperen en la meta y ella tampoco era Beatriz.Es una reflexión sobre la identidad y la soledad existencial , un camino de ascenso marcado por los colores que iluminan el amanecer y una metáfora del interior , lo oculto del individuo y el exterior, lo que se muestra. El interior de Cándida se desgaja, se abre en un torbellino ascendente que hace girones los papeles de las paredes del interior de su casa y lo oculto queda expuesto a la luz. Cándida se ve tal cuál es.
La luz que llega al amanecer y confunde interior y exterior de la Casita Roja y de la identidad de Cándida, de su interior y su exterior Su consciente y su inconsciente cierva y lobo a la vez. Ya no hay límites definidos.